Discutible, su duodécimo disco de estudio, llega tras cinco años de su último trabajo. Una nueva muda de piel para una banda en tiempos agitados. 

Por Matías Roveta

El play que conduce instantáneamente a un mundo nuevo, a una nueva etapa en la vida de la banda. Ese efecto generan los primeros segundos de “La pregunta”, la canción que abre Discutible, el excelente nuevo álbum de Babasónicos. Y la sensación es conocida: es una apertura de disco sobresaliente que rompe con cualquier lugar común en la carrera del grupo, del mismo modo a como lo hizo “Los calientes” en Jessico (2001). Aquella obra clave de Babasónicos se gestó mientras la economía del país se desintegraba luego de años de feroz neoliberalismo: ahora Adrián Dárgelos suelta lo que parecen ser descripciones sobre vivir en tiempos de crisis y ajuste (“Disfrutá este trago porque al terminarlo habrá que pagar / Y quizá pagarlo de más”). La canción avanza con calma con algunas sutilezas de sintetizadores en un clima de electrónica oscura y glacial que remite a Massive Attack, una marcada línea de bajo post punk sostiene toda la estructura como esqueleto principal y recién sobre el final aparecen algunas guitarras machacantes de Mariano Roger con pulso bailable para dar rienda suelta a un desenlace de techno rock cercano a Depeche Mode, mientras que Dárgelos dispara preguntas simples que interpelan con tono combativo en el estribillo: “¿Quién está dispuesto a matar?, ¿quién está dispuesto a morir? (…) ¿Quién está dispuesto a luchar?, ¿quién está dispuesto a pelear?”. Es un presente que tiene rasgos de aquel pasado tormentoso pero, por lo jugado de su apuesta artística, Babasónicos está mirando hacia adelante.

El panorama que pinta Dárgelos puede ser incluso más desolador. Ante una realidad que amenaza, el cantante retoma la idea de “La pregunta” en “Adiós a Pompeya”, cuando asume un registro vocal que bordea el tono frágil de Thom Yorke y mientras mandan las guitarras de Roger: varios solos procesados y en distintos planos que rematan la canción y conjugan un aura psicodélico que remite a la última etapa de Soda Stereo, mientras Dárgelos se pregunta hasta cuándo dura esto, anuncia que nunca estuvo tan desconcertado y avisa que la oscuridad viene por nosotros. No es un disco conceptual, pero Babasónicos parece haber dejado filtrar en su obra parte del complejo contexto en el que Discutible fue cobrando vida. El disco también exhibe actualidad en otros aspectos: influencias de discos claves editados en estos últimos años, coqueteos con recursos sonoros de estos tiempos y relecturas modernas de la música negra. En “Bestia pequeña” vuelven los guiños a Depeche Mode, pero algunas voces están tratadas con auto-tune (un rasgo del disco es usar la voz como un elemento musical más) y el tema cierra con lo que parece un arreglo de batería calcado de “How do you sleep?” de LCD Soundsystem: lejos de una simple copia, todo parece un acertijo melómano que desnuda el impacto de American Dream (2017). Otro posible disco de referencia es Random Access Memories (2013): “Ingrediente” tiene fraseos de guitarras funkys y Dárgelos canta con el romanticismo de un crooner futurista a partir del efecto de su voz procesada, mientras la canción respira aires de balada con coros soul y una letra sobre un amor conflictuado.

Algunas otras influencias pueden ser más viejas. Dárgelos hizo suyas algunas de las características estéticas del glam rock, y “Trans-Algo”, con sus destellos de guitarras resplandecientes, puede situar a David Bowie como referente en eso de dar aliento a quienes buscan su identidad sexual con libertad: “Y procurá no hablar así, de esa manera despiadada / ¿Por qué despreciás a los trans? / ¿No ves que soy uno de tantos que anda buscando su libertad?”, canta Dárgelos. Pero la influencia de Daft Punk es innegable y aparece en su máxima expresión en “Teóricos”, el otro punto alto del disco junto a “La pregunta”. Un bajo de música disco y las voces con efecto robótico dan forma a lo que suena como un hit perdido de la banda francesa.

En la mejor tradición Indio Solari, Dárgelos siempre coló mensajes meta-rockeros en sus letras (“Soy rock” es un ejemplo) y ya había esbozado una feroz crítica a la crítica de rock en “Camarín”: pero acá no hay ironías ni golpes bajos, simplemente descontento y una defensa del rock como espacio de creación libre para probar y deformar a gusto (“Qué suerte que justo los dos creamos en el rock and roll / Sin siquiera saber de qué se trata”), la intención de no responder a expectativas o imposiciones ajenas (“Esta ciudad está llena hasta el techo de teóricos de rock / No necesito escuchar nada de eso”) y además un ataque a cómo la industria musical modela el gusto (“Nos persiguen con largos algoritmos perversos”).

La idea de los algoritmos y de intentar entender qué lugar ocupa Babasónicos en la escena musical actual vuelve a aparecer en el tramo final de la obra. “Cretino”, “Orfeo” y “Un pálpito” –sin parecidos entre sí ni recursos de continuidad o de medley musical- funcionan como una suerte de trilogía sobre el oficio de componer canciones y sobre la misión del arte en clave babasónica, e incluyen por momentos mensajes a un potencial público. Dárgelos habla sobre el arte de crear y la respuesta de su música en “Cretino (“Mi bolsa de recuerdos de esta corta vida da para canciones / Obtendrás algo ante tu imaginación”), el infaltable rock sónico de tinte punk que incluye el riff de Mariano Roger más reconocible del disco, sostenido por una guitarra rítmica que desgrana power chords. La voz de Dárgelos cobra forma de fantasma que sobrevuela la ciudad para anunciar su objetivo (“Vengo a ofrecer mis atributos, mi misión, y doy mi voz a la causa”) en “Orfeo”: en tiempos de escucha fragmentada y playlist de Spotify, el cantante parece salir de caza para preguntar –entre impaciente y desafiante- quiénes están dispuestos a escuchar su música (“Quiero saber quién es mi gente / Les pertenece mi voz”, canta allí Dárgelos).

“Un pálpito” es un cierre altísimo para una obra excelente, una canción deforme e irresistible que ofrece una mixtura entre una base electrónica minimalista y el clima gospel de los órganos, en donde Dárgelos regala con genialidad frases para recordar (“Si la poesía es la infancia de la prosa”, dice) y asume de nuevo parte de su misión artística: “Vine a transformarlos, vine a despojarlos, vine a provocarlos”. ¿Hasta dónde puede llegar el afán de una banda de seguir buscándole la vuelta a su sonido o de seguir probando nuevas formas para emocionar? Ante eso, Dárgelos tiene una respuesta: “Esto recién empieza”. //∆z