Hablamos con el músico sobre su último trabajo, su reciente incursión en el periodismo digital y su inagotable relación simbiótica con el cine y la literatura.  

Por Matías Roveta
Producción periodística por María Julia Mosca
Fotos por Thomas Canet

Escribir mis mejores canciones y alegrar los corazones en el cielo

En 2016 Andrés Calamaro editó Volumen 11, un disco que tenía una impronta cercana a El Salmón (2000): la abundancia de canciones, el torbellino compositivo. Atravesado por el blues, pero que también ofrecía distintos matices y colores, algo disperso o, como él mismo resumió, “accidental”. Ese disco, en rigor, era parte de su colección Grabaciones Encontradas, es decir composiciones acumuladas con el tiempo y fruto de tomas hechas en distintos estudios y con un staff de músicos cambiantes. Cargar la Suerte, en cambio, conecta directamente con Alta Suciedad, el clímax de inspiración creativa total que Calamaro editó en 1997. Y pueden rastrearse varios elementos para emparentar a ambos álbumes: de nuevo, como en aquella oportunidad, Andrés viajó a Estados Unidos y grabó el disco con un productor internacional y una selección de músicos de sesión de primera línea. El resultado de esas grabaciones, que tuvieron lugar a mediados del año pasado en los estudios Sphere de Los Ángeles con Gustavo Borner oficiando de productor, es también una cosecha de canciones imbatibles: canciones redondas, melodías perfectas, humor y mensajes autorreferenciales, letras con una seguidilla de frases para anotar y raptos de inspiración aquí y allá.

Cargar la Suerte es un disco con potencial destino de clásico, para ubicar bien cerca de sus obras cumbres de finales de los ’90. Sobre esta comparación, Andrés responde vía mail: “Tendría que existir cierta relación entre dos discos de un mismo compositor y cantante. Alta Suciedad lo grabamos en más etapas. Grabamos cinco días muy completos y después rentamos un estudio en Manhattan para grabar instrumentos adicionales: bronces, chelo, percusión, guitarra, teclados y coros. Lo mezcló Joe (Blaney) en Miami cuando las mezclas eran analógicas y duraban quince horas. Cargar la Suerte lo grabamos casi completo en cuatro sesiones, volvimos al estudio para cantar, corregir letras y sumar voces. Y mezclamos a distancia, dándole feedback a Gustavo (Borner). Las mezclas en digital permiten corregir cosas, incluso empezarlas de nuevo. Se pueden abrir y corregir todos los días. El sistema de grabación y edición digital tiene esas ventajas”.En paralelo a la edición del disco, el canal oficial de Calamaro en You Tube publicó un mini documental con aires de making of, que incluye imágenes de las sesiones en Los Ángeles y entrevistas a algunos de los músicos que participaron en Cargar la Suerte. Allí, Andrés sentencia: “En muchos sentidos, es mi mejor grabación en 40 años”. En 1978, con apenas 17 años, Calamaro aportó sus teclados para el disco debut de Raíces, B.O.V. Dombe, y dio inicio a una carrera sobresaliente –Los Abuelos de la Nada y Los Rodríguez de por medio– que lo ubica como uno de los nombres más importantes del rock en español de todos los tiempos. En 2018 el círculo pareció cerrarse y, sobre esa declaración, Andrés explica: “En muchos sentidos…tampoco en todos los sentidos. Alta Suciedad fue una grabación modelo, Honestidad Brutal fue una grabación kamikaze, El Salmón… bueno, nunca se había grabado un disco así y no volvió a grabarse un disco parecido. Cargar la Suerte lo grabamos de muy buen humor, además salió todo perfectamente bien, el plan de Gustavo, sin fisuras. Gustavo armó un equipo perfecto y las piezas encajaron”.

Cargar la Suerte hilvana las canciones con naturalidad y, al inicio de varios tracks, la batería marca el tempo y luego la banda se suma. Como si se tratara de un ensayo relajado y con aires del vivo, pero con un sonido de alta factura. Esa grabación, a la que hace referencia Calamaro, se dio con una aproximación old school: todos los músicos tocando en vivo adentro de la sala mientras él cantaba. “El trabajo con los músicos fue ejemplar. Es un disco grabado con generosidad, inspiración y sangre fría. En cada toma ofreciendo todo: dibujos, creatividad, instinto. Hablábamos lo necesario para entendernos y ser amigos. Escuchábamos dos veces una canción y entrábamos a grabarla. Estábamos en una sala formidable y nos escuchamos muy bien”, resume el cantante. Así, el disco exhibe un enfoque orgánico y parejo, pero al mismo tiempo es variado y no deja de recorrer distintos encuadres y estilos: hay rock mid tempo con arreglos de vientos souleros (“Tránsito lento”), guitarras lacerantes acompañadas por arreglos de cuerdas (“Cuarteles de invierno”), country rock cercano a los Stones (“Egoístas”), baladas alla Dylan (“Voy a volver”), hard rock (“Siete vidas”, “Adán rechaza”), acentos sureños (“Diego armando canciones”) y hasta guiños hip-hoperos (“Las rimas”). El mérito es resultado de las ideas de Calamaro y de la banda que lo acompañó, en donde se destacan el piano de Germán Wiedemer (ladero fiel desde hace unos años y co-compositor de varias de las canciones del disco), las guitarras de Rich Hinman y Mark Goldenberg, la batería de Aaron Sterling, el bajo de Eric Kertes o el saxo de Brandon Fields, entre otros. Sobre la grabación junto a esa rica selección de sesionistas de Los Ángeles, Calamaro agrega: “Los bronces grabaron la tercera sesión de dos canciones y los instrumentos orquestales vinieron el cuarto día. Grabamos dos canciones… once músicos y cantante. Los músicos de sindicato se comprometen porque viven de la excelencia musical. Los músicos de sesión, también. El problema es grabar con aficionados, que no afinan, no leen, no tienen el equipo en condiciones, van al estudio a pasar el rato”.

¿Qué Argentina voy a encontrar?

En varios momentos del disco surge el concepto de viaje. “Tránsito lento”, por ejemplo, habla de la espera de llegar a destino: “En alguna parte me espera seguir esperando y dicen que navegar es preciso / Pero lo que preciso es llegar y no aprendí a esperar”, canta Andrés, sobre una base sensual y nocturna de soul de guitarras, saxos y trompetas. La balada para prender encendedores que cierra el disco, “Voy a volver”, puede remitir a Dylan en sonido, pero también en concepto: la idea de salir a la ruta, de estar en movimiento constante y saber qué se está buscando. Y el anhelo de retornar a casa: “Voy a volver donde nací (…) Porque me fui, puedo creer / Si no me voy, no sé volver / Y conocer el mundo me va a servir, supongo, para entender lo que es volver, lo que es vivir”, canta Andrés como si tuviera el corazón en la mano. ¿Las giras, el hecho de repartir su tiempo entre Buenos Aires y Madrid, o la situación de haber viajado a Estados Unidos para grabar el disco, pudieron haber inspirado esos textos? Calamaro responde: “ ‘Tránsito lento’ parece una conversación con Gustavo (Cerati). Juntos conversando sobre la pereza de las giras. Hace dos años subimos a 25 aviones en dos meses, y nuestras giras son cómodas comparadas con otras. En el video de Luis Ortega, la letra crece y se modifica. Entonces tiene otro sentido. ‘Esperar salir’ es otra cosa si pensamos en ‘salir de la cárcel o de la miseria’. Mi condición de nómade es peculiar, ni siquiera me gusta mucho viajar, sufro de insomnio y eso complica todo. Soy un ausente por partida doble. Como la salud y la libertad, entendemos lo que son cuando las perdemos”.

En ese ir y venir, Andrés parece frenar un instante y mirar a la Argentina a la distancia: en la mencionada “Cuarteles de invierno”, el cantante habla de echar de menos a su techo, y de volver con una gran cosecha de canciones en los renglones, al tiempo que se pregunta con qué Argentina se encontrará. Honestidad Brutal (1999), su grabación kamikaze, ese momento de fin de siglo en el que Calamaro puso su salud al servicio de su obra a partir de días sin dormir y de “maratones sin parar de escupir canciones”, con “el arma cargada de polvo, que en la mano de un artesano de canciones puede merecer la pena” (tal como reza la letra de “Son las 9”), puede servir como link: “Las rimas” es una canción que respira aura de clásico instantáneo y parece definirse a mitad de camino entre la emoción desatada de “Paloma”, y las miradas políticas certeras en tiempos de crisis que proponía “Clonazepán y Circo”. Sobre una melodía casi rapeada, Calamaro habla de “gas pimienta en la escalera del Congreso” y pide que vuelvan “los hijos y los nietos perdidos”. Pero, consultado por esa letra, hace una aclaración importante: “ ‘Las rimas’ no es política, es filosófica. Cuestiona la familia, los hijos, el amor en tiempos de Netflix, la importancia de lo verdadero, la amistad. Está claro que me senté a escribir rimas consonantes y de a cuatro seguidas. Las rimas tienen poco prestigio porque se supone que diluyen la sustancia poética. Pero existe Residente que es superior, todo lo que escribe es verbo sagrado”.

“Cuarteles de invierno” también versa sobre el oficio de compositor, algo de lo que Calamaro ya habló en el pasado (sobre este punto, existen pocas canciones más hermosas que “Dentro de una canción”, de Bohemio de 2013, y esa frase que decía “dentro de la propia sombra de una canción está la vida”), pero que en “Diego armando canciones” logra una síntesis superlativa. Ya el simple juego de palabras del título sirve como dato para pensar en una de las mejores canciones del rock argentino versión 2018, pero eso es solo el comienzo: el aroma country y nostálgico de la pedal steel guitar de Hinman sirve como marco de contención para el sentimiento con el que canta Andrés, quien cuenta su rutina, que incluye levantarse temprano para tomar mate amargo, darle una pitada a un joint para lograr inspiración, y dejar que los versos vayan saliendo. Y una frase autorreferencial, inteligente y para recordar: “Pido respeto, señores, soy Diego armando canciones”. Sobre las particularidades de ese proceso creativo en Cargar la Suerte, Calamaro dice: “Proceso y creativo son dos palabras que no deberíamos usar juntas jamás. En este disco empezamos por escribir las letras, es como escribir un libro para cine empezando por los diálogos. Después pusimos la música en marcha con Germán (Wiedemer). Después trabajamos en las maquetas para escuchar a las canciones sonando y cantadas. Entonces le presentamos los demo a Gustavo. Y grabamos el disco”.

Un taxi que atraviesa la noche

Calamaro en la piel de un conductor nocturno que recorre con su taxi amarillo y de corte neoyorquino las calles de Buenos Aires. Así es el video promocional de “Verdades afiladas”, el primer corte de difusión de Cargar la Suerte. Los pasajeros suben y bajan, Andrés anota puntillosamente en su libreta y, escondido detrás de sus anteojos negros, a veces dialoga e interactúa con la gente a la que transporta, mientras de fondo suena un rock vigoroso en el que se luce una guitarra slide y una letra de desamor. El dolor, en este caso, se transforma en ansiedad: el cantante le pide a su ex que vuelva para engañar a su actual pareja con él o, caso contrario, que directamente se apague el fuego que siente en su pecho. Es una aproximación distinta a la de “Mi ranchera”, balada amarga y oscura en la que Calamaro canta sobre matar sus penas con alcohol en la esquina de un bar. El dolor ahora se tiñe de negro y la desolación de la letra recuerda a la de “Crímenes perfectos”: “En la cabeza tengo las preocupaciones y en el pecho sigue el corazón abierto”.Pero lo importante del video de “Verdades afiladas” es la influencia cinéfila, a partir de varios guiños a Taxi Driver (1976) de Martin Scorsese y a Travis Bickle, el inolvidable personaje que supo construir Robert De Niro. En el pasado, Andrés se permitió filtrar esas influencias en sus letras: basta con recordar, por ejemplo, “Mi funeral 11” de El Salmón y sus frases sobre ir al cine y hablar con amigos de Jim Jarmusch o Abel Ferrara. “El cine es mi principal influencia, no tuve televisión hasta que fui adolescente, todo lo vi en el cine: los dibujos animados, Disney, Western, bélicas, cine de ensayo, directores de culto, cine soviético y después el VHS. Vi primero el cine y después la televisión, que puedo ver pero no soporto escuchar”, explica Andrés sobre su formación, y amplía sobre el video de “Verdades afiladas”: “Soy transeúnte y me hubiera gustado tener habilidades en el volante. Hacer un video sin mímica y manejando se presenta como una tentación. Además, recordando al extraordinario taxista con estrés postraumático que compone De Niro”.

Pero el cine no es la única influencia extramusical que parece haber en Cargar la Suerte. A fines de los ’80, inmediatamente antes de viajar a España para armar Los Rodríguez, cuando su carrera solista empezaba a consolidarse, Calamaro escribió “Dos Romeos”, una canción incluida en Nadie Sale Vivo de Aquí (1989) e influenciada por el disco New York (1989) de Lou Reed y por la novela Bang Bang (1977) del escritor Brian W. Aldiss. Tiempo después, volvió a colar referencias a la literatura en, por ejemplo, “Enola Gay” (también de El Salmón) y su mención a Easton Ellis. Ahora, en Cargar la Suerte, aparecen varias referencias a la Biblia: Adán, Nazareno y la lanza, el milagro del pan y los peces. Andrés explica: “No soy un lector metódico. Ahora mismo intento leer cuatro o cinco libros al mismo tiempo. Nunca leí La Biblia, pero adhiero a interpretaciones que explicaron Borges y Abelardo Castillo. Tengo autores preferidos, algunos no los leí nunca. Lo que tengo es mucho respeto por el cuerpo literario”.

La mesa de los bandidos

“Mis amigos son asaltantes de camiones”, canta Calamaro al final de “Las rimas”. Siguiendo con las frases confesionales, sobre el riff valvular de “Siete vidas”, cuenta que ahora es “príncipe y mendigo” y además “torero y bandido”. Una idea que vuelve a aparecer en la entrañable oda a la amistad en clave acústica que ofrece “My mafia”: “En el día del amigo pueden contar conmigo para sentarme en la mesa de los bandidos”. Muchas veces el cantante escribió sobre los marginales, los desposeídos, los bohemios, los que se ubican al costado del mundo, los que “se quedan sin casa” (de nuevo “Mi funeral 11”) o de los que –como él mismo dice estar en “My mafia”– se encuentran “más allá del bien, más allá del mal”. “La libertad”, por ejemplo: incluida en El cantante (2004), y que conmueve aún más en el disco en vivo del regreso, es una canción que menciona cómo faloperos, presos, marginales del fin del mundo, personas con problemas de dinero o con el corazón roto, luchan por conservar o simplemente conseguir un poco de libertad. Tal vez, parte de ese imaginario de sus letras cobra sentido ahora con Nervio digital, culturas y delito, la revista que recientemente acaba de lanzar y de la cual es director. La revista, que incluye plumas de la talla de Rodolfo Palacios, Fabián Casas, Pablo Ramos, Mía Flores Pirán, Julieta Barrientos o Ricardo Ragendorfer, entre otros y otras, parece estar influenciada por el periodismo argentino underground de los ’80. y por el trabajo de Enrique Symns en Cerdos y Peces: quien fuera monologuista en los shows dadaístas de la etapa de happening de Los Redondos figura como colaborador habitual y, de hecho, en el texto escrito por el propio Calamaro que presenta a la publicación puede leerse “salvar al soldado Symns es el nervio de Nervio”.En ese mismo texto Calamaro explica un poco más el perfil de Nervio: una revista “que comprende los márgenes”, que busca “decir algo nuevo” y que existe “porque necesitamos escribir”, y por la que desfilarán “escritores, periodistas, músicos, pintores, cineastas, bandidos, colifas, presidiarios, linyeras, anarcos, marginales y desposeídos”. También, especialistas en deporte, líricos o realistas, poetas que escriben “desde el infierno, camino al paraíso”. “Ni periodismo, ni literatura, la suma de las tres cosas”, escribe allí Andrés, y profundiza: “La redacción imposible desde las últimas trincheras en la retaguardia de la cultura bien entendida”. Así, en el contenido de Nervio pueden encontrarse notas firmadas por el Gordo Valor, quien aclara que “robar está mal”, pero es lo que él eligió, y en donde explica su ética de trabajo para robar bancos y blindados, que incluía no disparar ni matar a nadie jamás, sólo asaltar a grandes peces y nunca a trabajadores (porque para eso “estaba el Estado y el sistema capitalista”) y repartir con justicia el botín entre todos los miembros de la banda; crónicas salvajes de Symns, como la que cuenta historias de marginalidad y violencia en el barrio del Once post tragedia de Cromañón; ensayos breves del propio Calamaro, hablando del concepto de “ídolos” en distintas disciplinas, o de sus propios sueños; un perfil sobre el juego y el estilo de Juan Román Riquelme firmado por Ángel Cappa, notas de boxeo a cargo de Osvaldo Príncipe, la historia detrás de la banda psicodélica Moby Grape y el indomable Skip Spence, o un artículo sobre cómo una canción de Nick Cave puede inspirar y sanar a un escritor.

Rodolfo Palacios figura como editor del medio y fue el encargado de hacer la primera publicación de Nervio: un perfil sobre Fernando Araujo, el líder del robo al banco Río de Acassuso, un tipo que no “era pesado ni marginal”, que “pudo haber sido ingeniero, arquitecto o contador”, que era aficionado al ajedrez y pintaba cuadros mientras escuchaba a Mozart. Pero entre lo mejor de Nervio está el Cuestionario universal, en donde distintos artistas responden una serie de preguntas sobre películas, libros, discos, personajes históricos o tangos preferidos. Algunas conclusiones: a Charly le gustan Los Simpsons, Adrián Dárgelos elige a Paul Thomas Anderson, Talk Talk y Sly and the Family Stone, y Alejandro Sanz es fan de AC/DC.

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¿Cuál es el público al que apunta entonces Nervio? “No sé si existe el público realmente. Estamos conectados, pero viviendo en una soledad impensable en el siglo pasado. El público tiene una pantalla por persona, es público indefenso que ya no puede elegir. Las opiniones vienen masticadas y personalizadas por el algoritmo. Hay dos corrientes de opinión, pero todos dicen que piensan exactamente lo mismo. Es imposible que tanta gente piense lo mismo. No es pensamiento. Ocurre en la política, en el fútbol y en la música. Nos une el fervor negativo, estar en contra de algo”, responde Andrés, y resume: “Nervio digital existe para aquellos que tengan la voluntad de leer, que tampoco son tantos ni tan pocos”. Que las notas sigan saliendo y que la gente siga leyendo, pero junto a eso también se perfila un nuevo objetivo en el horizonte de Calamaro: entre mayo y junio el cantante presentará oficialmente Cargar la Suerte en España, con una gira que recorrerá Barcelona, Madrid, Tenerife o Sevilla, entre otras ciudades. Sobre la posibilidad de volver a ver a Andrés en vivo en Argentina, habrá que seguir esperando una confirmación. Mientras tanto, Calamaro dice sobre la expectativa de su público argentino: “La suerte es mía que me esperan con alegría en todas partes. Tengo ese privilegio”. //∆z